Carta de mayo

Carta de abril
abril 9, 2020
Carta de junio
junio 8, 2020

Carta de mayo

Queridos asociados: Llevamos cincuenta días dentro de esta tremenda pesadilla y con esa sensación de prisión preventiva que hemos sentido en nuestras vidas hasta el pasado 2 de mayo, sábado. Ninguno de nosotros había vivido nada así

Deciros que entiendo que existe una clara confusión en la sociedad actual acerca de los conceptos de juventud y de ancianidad. Es normal oír “un joven de treinta y nueve años” y “un anciano de setenta”. Hay una fase en la vida de las personas que es la de adulto, en que no se es ni un joven ni un anciano y esto último no tiene que ver siempre necesariamente con la edad. Las personas que integramos el SIPA entraríamos en el grupo de “adultos mayores” -con excepciones existentes de otras con menos edad-, pero que mantenemos una actitud ante la vida, lo cual nos comporta una aptitud para ver, viajar, conocer, saber acerca de cualquier aspecto de la vida.


Si todo hubiera ido por su orden normal, con esta fecha de la carta, al menos 40 personas habríamos comenzado un crucero por el Nilo y aún teníamos previsto un viaje, nada menos que a Bali, en la última decena del mes de septiembre, donde acudiría un número de asociados similar. El año pasado, en mitad del mes de mayo, treinta y cuatro personas, y cuarenta en pleno mes de junio, viajamos nada menos que a Uzbequistán, y, a comienzos de septiembre, setenta y siete nos fuimos a Cerdeña y Córcega, directamente desde Zaragoza, dando la vuelta a la isla de Cerdeña y pudiendo todavía visitar la próxima de Córcega en la ciudad de Bonifacio , con un magnífico crucero a través del estrecho del mismo nombre, que separa ambas islas.


Pues bien, ahora, durante esta pandemia, imagino que habréis tenido la misma sensación que yo: somos unos “ancianos” (mayores de 65/70 años), que necesitamos ser protegidos especialmente porque nuestra edad nos hace vulnerables. Y, efectivamente, nuestro sistema inmunitario no será tan intenso como el de un niño o de un adolescente, pero tampoco entiendo que sea como la defensa de un equipo de tercera regional. Si hemos llegado hasta aquí, será por algo.

Pienso que, de acuerdo con el incremento de la edad media en España y los avances habidos en todos los órdenes de la vida, todos podríamos sostener que “tenemos” diez o doce años menos que los que “aparentaban” nuestros abuelos con nuestra misma edad actual; es decir, ni los setenta ni los ochenta de hoy son los setenta o los ochenta de entones; No sé si soy muy optimista, pero yo así lo creo y lo siento.


Cuanto esto acabe, se encuentre que un medicamento de los ya existentes sirve o se descubra alguna fórmula nueva, o aparezca la esperada vacuna y podamos sentirnos más seguros que en la actualidad, recuperaremos nuestras ganas de viajar por Aragón, por España y por cualquier lugar del mundo, vernos en nuestras visitas a exposiciones y edificios, presentar la próxima revista 388 y volver a la vida normal.


Para lo que sí está sirviendo esta pandemia, aunque sea un precio desorbitado, es para considerar lo felices que vivíamos antes de esto y el paréntesis que está suponiendo estos meses; pero también para adquirir la conciencia más exacta de cuántas personas hay en el mundo en un estado de gran necesidad.